Manifiestos
About Unhelpty Preserves Collection
Y nos guste o no, todos estamos incluidos en él.Â
En algún lugar remoto, existe un algoritmo destinado a cada uno de nosotros. Allà se atesoran nuestros gustos, nuestras sombras, nuestros apetitos ocultos. Nuestra sed de más.Â
Una lluvia torrencial de códigos alfanuméricos que indican que, no importa si somos obreros, empresarios, artistas, o goleadores del Barcelona, todos estamos atrapados en una misma red. Hechizados por una araña colosal que nos inocula reconocimiento social, y caprichos a toda hora, y a cambio, nos obnubila con su veneno. Juega con nuestras debilidades. Bebe de nuestros pecados.
Inoculados con ese veneno digital, vemos las cosas con ojos adulterados. Lo industrial, lo dañino, lo tóxico, luce ante nuestros ojos, como lata colorida, inofensiva y pop de sopa instantánea. Allà dentro, sin embargo, se esconde la receta de todos nuestros males. Se mezclan la gula, la lujuria, la pereza, la vanidad. Y se despliegan, cuesta abajo, mientras cosechamos likes en nuestro camino al infierno.Â
Manifiestos
About my Unhlpty Preserves Collection
Y nos guste o no, todos estamos incluidos en él.Â
En algún lugar remoto, existe un algoritmo destinado a cada uno de nosotros. Allà se atesoran nuestros gustos, nuestras sombras, nuestros apetitos ocultos. Nuestra sed de más.Â
Una lluvia torrencial de códigos alfanuméricos que indican que, no importa si somos obreros, empresarios, artistas, o goleadores del Barcelona, todos estamos atrapados en una misma red. Hechizados por una araña colosal que nos inocula reconocimiento social, y caprichos a toda hora, y a cambio, nos obnubila con su veneno. Juega con nuestras debilidades. Bebe de nuestros pecados.
Inoculados con ese veneno digital, vemos las cosas con ojos adulterados. Lo industrial, lo dañino, lo tóxico, luce ante nuestros ojos, como lata colorida, inofensiva y pop de sopa instantánea. Allà dentro, sin embargo, se esconde la receta de todos nuestros males. Se mezclan la gula, la lujuria, la pereza, la vanidad. Y se despliegan, cuesta abajo, mientras cosechamos likes en nuestro camino al infierno.Â
La vida es rápida e instantánea como la sopa y como pacto con el demonio. Nos saca del apuro a cambio de seguir inmersos en el hechizo. Â
Vivimos en la ilusión de ser libres, independientes, con pensamiento propio. Y del otro lado de la red, somos seres endebles y rutinarios atrapados en una lata de algoritmos. Somos alimento para la araña del big data que tiende la red social de nuestras vidas.Nosotros vemos sopa. Y ella, veneno.
En 1962, cuando Andy Warol tuvo la visión de 32 latas de sopa instantánea Campbell como sÃmbolo pop del cotidiano en clave industrial, bastaba esa lata para reflejar la banalidad de una vida colorida por fuera e insÃpida por dentro.
Ahora, esa misma sopa instantánea tiene el sabor de nuestras debilidades en clave digital. Nuestros bajos instintos subidos a Facebook. El hondo bajo fondo donde el barro se subleva.
Esta vida, como lata de sopa, no tiene nada de saludable, y menos aún de casera. Hace tiempo perdió su sabor. No nutre, pero sacia el hambre. Es fachada sin cañerÃa. Pasión sin corazón. Velocidad sin moraleja. Karaoke sin cantor.Â
La vida es rápida e instantánea como la sopa y como pacto con el demonio. Nos saca del apuro a cambio de seguir inmersos en el hechizo. Â
Vivimos en la ilusión de ser libres, independientes, con pensamiento propio. Y del otro lado de la red, somos seres endebles y rutinarios atrapados en una lata de algoritmos. Somos alimento para la araña del big data que tiende la red social de nuestras vidas.
Nosotros vemos sopa. Y ella, veneno.
En 1962, cuando Andy Warol tuvo la visión de 32 latas de sopa instantánea Campbell como sÃmbolo pop del cotidiano en clave industrial, bastaba esa lata para reflejar la banalidad de una vida colorida por fuera e insÃpida por dentro.
Ahora, esa misma sopa instantánea tiene el sabor de nuestras debilidades en clave digital. Nuestros bajos instintos subidos a Facebook. El hondo bajo fondo donde el barro se subleva.
Las redes sociales son reflejo de esa vida lÃquida, descartable, plástica y de microondas como sopita instantánea. Y se alimentan de nuestras debilidades. No sabemos lo que queremos pero lo queremos ya. La mirÃada de pecados capitales no son otra cosa que los anzuelos que mordemos a diario. La fascinación de las redes que nos vinculan a todo menos a nosotros mismos. Que nos sacan del eje. Nos cocinan por fuera y dejan crudos por dentro. Que nos llenan el estómago y nos vacÃan el corazón.
La odiamos. La amamos. La usamos. Y mientras tanto, ella nos acaricia con sus likes y el algodón del protagonismo pasajero, 510.000 comentarios cada 60 segundos, 4.000 millones de likes y 136.000 fotos sólo en Facebook, que nos dejan felices, y embriagados, listos para recibir el aguijón nuestro de cada dÃa.
Dicho esto, los dejo en paz. Lo siento en lo profundo de esta lata de sopa instantánea que se ha convertido mi corazón. Pero el tiempo, escribiendo esto, se ha ido muy rápido. Las redes me esperan.
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